¿Cuál es la temperatura adecuada para disfrutar al máximo de cada tipo de vino?

Si queremos descubrir las infinitas bondades de un vino, debemos disfrutarlo en su temperatura adecuada. Sea blanco, naranjo, rosado, tinto, espumoso, dulce natural o fortificado, es fundamental cuidar cada detalle para degustar cada sorbo en óptimas condiciones.

 La frase “el vino se toma a temperatura ambiente” ha generado (y genera) mucha confusión. Un dicho popular que ha traspasado generaciones y aún sigue vigente. Sin embargo, se trata de una falsa afirmación. Con ese criterio, siguiendo la atmósfera imperante en cada estación del año, en invierno, el vino se tomaría gélido y en verano, en cambio, caliente. En primavera y otoño, los beberíamos tibios.

 Un vino servido a temperatura correcta nos permitirá apreciar sus características organolépticas en todo su esplendor, adentrándonos en el amplio abanico de colores, aromas y sabores que ofrece. De este modo, además de guardar la botella en una cava, preservándola de la luz, las vibraciones, y hasta olores intensos indeseados, es preciso cuidar el servicio. Créannos: un servicio realizado a temperatura incorrecta arruina hasta el más excelso de los vinos.

 Por ello, la temperatura es un factor determinante. ¿Cuál es el objetivo? Que cada estilo de vino exprese sus máximas virtudes, a fin de vivenciar una experiencia definitivamente satisfactoria a la hora de la cata. Sin distorsiones ni sensaciones desagradables en el paladar.

 ¿A qué temperatura debemos servir el vino?

 La temperatura adecuada debe estar en sintonía plena con las cualidades del vino. Así, tenemos que contemplar las claves para determinar el rango de grados centígrados certero. Entre otros factores, debemos tener en cuenta cuerpo o volumen, intensidad aromática, crianza, frescura, acidez, dulzor, tanicidad y grado alcohólico. Tomen nota de ello, pues es realmente sustancial.

 En término generales, cuanto mayor sea la temperatura a la que se beba el vino, se sentirán de manera mucho más intensa los aromas primarios (frutales, florales) y la presencia del alcohol. Por ende, percibiremos el vino más amplio, goloso o contundente en boca.

 Asimismo, si la temperatura es más baja, los aromas serán menos volátiles, los sabores tenderán a suavizarse, los taninos resaltarán indeseadamente y la astringencia estará mucho más presente.  

 En síntesis, la temperatura incide con creces en la degustación y en el modo en que nuestros sentidos distinguen los atributos organolépticos de cada estilo de vino.

 Para cada vino, una temperatura diferente

 Vinos blancos. ¿Qué esperamos de estos exponentes? Que sean frescos, ligeros, aromáticos, sin carga tánica (recordemos que son vinificados sin los hollejos).

 Los blancos más livianos, sin paso por barrica, pensados para tomar en el año de cosecha o uno posterior, se beben a una temperatura que oscila entre 8° y 10°. Por su parte, los blancos de volumen medio, con cierta complejidad, los serviremos entre 9° y 11°. Por último, los blancos enjundiosos, estructurados, con sensaciones de untuosidad, cremosidad y prolongada crianza, recomendamos catarlos entre 10° y 12°.

 Un vino que combina frescura con elegancia y agilidad con volumen es Famiglia Bianchi Viognier. Un exponente que sorprende por su fineza aromática, en el que se destacan flores blancas y frutos tropicales, amalgamados a la perfección con notas minerales. En boca es dinámico, con envolvente y equilibrada acidez, en donde se repiten las notas florales y frutales. Aconsejamos disfrutarlo entre 9° y 11°.

 

 

Vinos rosados. Versátiles, camaleónicos, todoterrenos. Los rosés tienen estirpe de vino tinto (se elaboran a partir de uva tinta, pero con una corta maceración), con corazón de vino blanco (se disfrutan como un blanco ligero). Hoy, a tono con los famosos exponentes de la Provence, en Francia, los rosados argentinos tienen escasa coloración y muy baja carga tánica. Por ello, la temperatura de servicio debe estar entre 8° y 10°. Su estructura es mayor que la de un blanco fresco, pero menor que un tinto propiamente dicho.

 Un imbatible en este segmento es el Famiglia Bianchi Rosé Blend. Mezcla perfecta de Malbec y Pinot Noir, con una leve tonalidad asalmonada en vista, en nariz es un elixir de aromas de frutos rojos frescos, ensamblados con sutiles toques florales y dejos de frambuesa. En boca es mineral, fresco, vivaz. Un vino muy delicado con vibrante acidez y prolongado final. Ideal para disfrutar una copa entre 8° y 10°.

 Vinos tintos. Ni excesivamente fríos (los taninos se sentirían excesivamente amargos), ni cálidos (se expondría de manera negativa el alcohol). Los tintos fermentan con las pieles y semillas, adquiriendo mayor complejidad organoléptica. Mas aún si reposan en barricas.A modo de regla general, los tintos jóvenes se deben servir entre 12° y 14°, los de cuerpo medio en un rango de 14° a 16° y los tintos con mucho cuerpo entre 16° y 18°.

 El fuori serie de esta sección es el Bianchi Particular Malbec. Profundo, elegante y sensual desde el color, en nariz es muy expresivo. Sobresalen notas de frutos negros, ciruela madura y dejos de notas especiadas, amalgamadas con recuerdos de chocolate negro, vainilla y notas ahumadas, producto de la crianza en roble. Complejo y de entrada dulce, con taninos amables, pero firmes, es de gran estructura y cuerpo en boca. Carnoso, elegante, de acidez balanceada, persistente y armónico. Recomendamos servirlo a 16°.

 Vinos espumosos. Es un mito que deben servirse a 0° o a temperaturas bajo cero. Si bien es cierto que tiene que tener un puñado de grados térmicos menos que los vinos blancos y rosados tranquilos, aconsejamos disfrutar las burbujas entre 5° y 7°. A menor temperatura, no sentiremos aromas ni sensaciones en el paladar. A mayor temperatura, sentiremos en exceso notas de panificación o brioche, típicas de la segunda fermentación.

 En esta oportunidad, resaltamos el espumoso Famiglia Brut Nature. Delicado, complejo, con finas y refinadas burbujas, las notas de pan tostado y frutos secos son muy sutiles. En boca, sobresale por su equilibrada acidez, que da paso a una gran expresión de la fruta. Método tradicional, sugerimos tomarlo a 6°.

 En conclusión, ahora que sabemos que la temperatura juega un papel fundamental para disfrutar plenamente de cada tipo de vino a prestar atención a ello y así podremos explorar las infinitas bondades de un vino y apreciar sus características organolépticas en todo su esplendor. Ya sea un blanco refrescante, un rosado versátil, un tinto complejo o un espumoso delicado, la temperatura correcta permite que cada estilo de vino exprese sus máximas virtudes. Recordemos que la regla básica es ajustar la temperatura según el cuerpo, la intensidad aromática y otros atributos del vino, permitiendo así que cada sorbo sea un deleite sensorial único.