Vinos de Otoño

En el otoño, inmersos en un clima que oscila entre lo templado y lo fresco, la elección de los consumidores se inclina por vinos con mayor complejidad que los ligeros veraniegos, pero sin tanta robustez como los invernales. Es decir, exponentes con buen cuerpo, moderada crianza en barricas, untuosos, voluminosos y sedosos en el paladar.

 

Se va el mes de marzo y con él se despiden los últimos calores. De a poquito, el sol se esconde más temprano, de repente el termómetro baja y, por ende, se empiezan a desempolvar los abrigos que durante más de tres meses tuvimos guardados en los armarios.

 

En un contexto en el que las hojas de los árboles toman tonalidades amarillentas y se van cayendo, los paladares vinófilos dan inicio al ciclo de los denominados “Vinos de Otoño”.

 

¿Qué significa? Que los consumidores dejan atrás los vinos blancos, rosados y tintos ligeros, típicos de la temporada estival, dando comienzo al descorche de vinos con mayor estructura e intensidad.

 

A tono con el tinte otoñal, las elecciones serán “de cuerpo medio”. Es decir, los vinos más robustos quedarán para el invierno, en donde imperan los líquidos contundentes y potentes.

 

En el otoño, inmersos en un clima que oscila entre lo templado y lo fresco, la elección de los consumidores se inclina por vinos con mayor complejidad que los ligeros veraniegos, pero sin tanta robustez como los invernales. Es decir, exponentes con buen cuerpo, moderada crianza en barricas, untuosos, voluminosos y sedosos en el paladar.

 

Son vinos que, a la hora de la combinación enogastronómica (o maridaje), piden elaboraciones más envolventes que los clásicos pescados magros y frutos de mar, pero que tampoco encajarán con costillares o carnes grasas con mucha presencia.

 

Los vinos de otoño, en definitiva, se caracterizan por su estructura media, con buena presencia de fruta en plena sintonía con la madera, que aparece de una manera muy sutil en boca. Tienen mayor complejidad y profundidad que los veraniegos y ofician de transición hacia los corpulentos vinos que siempre acompañan las bajas temperaturas invernales.

 

Pensar en esta época del año, que pide un abrigo a mano, no solo nos lleva a pensar en vinos tintos con mayor carga tánica en el paladar. Los blancos elegantes y refinados, con fermentación o crianza en barricas, también pican en punta y se amalgaman a la perfección con los platos otoñales.     

 

A continuación, va nuestro must de vinos amables y dinámicos, con el plus de una complejidad media que le otorga más carácter y personalidad cuando lo bebemos solo o en un maridaje atinado en tiempos en que las estufas cobran protagonismo y, por qué no, hasta se encienden las chimeneas de los hogares.

 

 

Famiglia Chardonnay. Emblema de Bodegas Bianchi. Un exponente complejo e intenso, que enaltece la elegancia de la variedad blanca más importante del mundo. De buen volumen, untuoso, atractivo y complejo, las notas frutos secos aportados por su paso en roble lo hacen ideal para maridar pescados grasos, pollos y cortes de cerdo con vegetales grillados.

 

 

Finca Los Primos Cabernet Sauvignon. Moderno, versátil y con tipicidad varietal. Sobresale por sus sutiles aromas especiados (pimiento rojo y pimienta), en tándem con delicadas notas de frutos rojos. Fresco, joven, vivaz y de estructura media, es ideal para todos aquellos que quieren empezar a tomar la variedad francesa más internacional de todas. Recomendamos acompañar con carnes rojas de tenor graso medio, guisos y pastas con salsas rojas.

 

Famiglia Bianchi Malbec. Clásicos de clásicos, un fiel exponente de nuestro cepaje insignia. Es fresco, frutado, delicado y con cierta complejidad, fruto del sutil contacto con la barrica. Es “el” vino indicado para acompañar platos otoñales, acompañando los primeros fríos del año. Elástico, versátil y de cuerpo medio.

 

IV Generación Gran Corte. Vino de carácter excepcional y sobresaliente. De gran intensidad de aromas frescos y notas profundas, es un blend seductor de Malbce, Merlot, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot. Es perfecto para beber adentrado el otoño o en su epílogo, con platos de buena estructura, por su complejidad y prolongado añejamiento en roble francés.

 

 

Diferentes propuestas, todas muy versátiles, para disfrutar uno de los ciclos más amigables del año, el de la media estación, con vinos con carácter e identidad que son reconfortantes cuando el clima refresca y las veredas se tiñen de ocre.