¿Puede afectar la forma de la copa al sabor del vino?

Sabemos que la degustación del vino es una experiencia sibarita muy placentera, que involucra todos los sentidos. Por ello, determinados factores potencian (o no) al máximo esas sensaciones organolépticas. Elegir, con prestancia, la copa correcta hará que nuestra experiencia sensorial sea inolvidable.

 

¡No hay como disfrutar el vino en una copa! Créannos. Hagan la prueba de servir el mismo líquido en una copa y en un vaso común o, incluso, de plástico. Las sensaciones organolépticas, texturas, aromas y sabores serán totalmente diferentes.

 

Y, si queremos hondar con precisión quirúrgica en la temática, tampoco da lo mismo beber en cualquier copa. Su forma afecta directamente el análisis sensorial del vino.

 

Sabemos que la degustación del vino es una experiencia sibarita muy placentera, que involucra todos los sentidos. Por ello, determinados factores potencian (o no) al máximo esas sensaciones organolépticas.

 

Dos de los puntos más importantes a tener en cuenta son la elección de la copa (tema que nos involucra en esta nota) y la temperatura de servicio (otro ítem imprescindible para catar con precisión y atino).

 

En primer lugar, debemos destacar que la copa se divide en tres partes: cáliz, pie y base. Es fundamental sostener la copa del pie o la base. ¡Nunca del cáliz! ¿Por qué? Porque calentamos el vino, impedimos la visión correcta del líquido (dejando huellas digitales) y, además, nuestro propio perfume competirá con las notas aromáticas del vino.

 

Hecha esta aclaración, vamos paso a paso en el camino de la “Copa Ideal”. Sabemos (lo decimos por experiencia) que la elección es un tema que nos puede dar agobio y hasta cansancio, pues vamos en busca de la perfección.

 

Lo cierto es que hay copas de todas las formas y tamaños y que, en términos globales, cada copa de vino fue diseñada para dar a luz todo el potencial del vino seleccionado. Elegir, con prestancia, la copa correcta hará que nuestra experiencia sensorial sea inolvidable.

 

¿Cómo reconocer la copa específica para cada estilo de vino?

Si vamos a catar vinos blancos o rosados, que requieren una temperatura de 8 a 10 grados, es ideal elegir una copa con cáliz pequeño con el objetivo de conservar la temperatura en óptimas condiciones del primer al último sorbo. Lo mismo sucede con los espumosos, cuyo rango térmico oscila entre 5 y 7 grados.

 

Asimismo, si queremos estudiar con precisión la paleta aromática del vino (esto pasa fundamentalmente en blancos, rosados y tintos ligeros), lo indicado es servir el líquido, también, en una copa con cáliz o tulipa más cerrada en boca.

 

Afirmamos, entonces, que las copas ideales para los vinos blancos son más pequeñas que las del vino tinto. El cáliz presenta una forma de “U” recta y fina. Como los blancos se sirven a temperaturas bien frescas (lo hemos señalado con anterioridad), es preciso catarlos en copas más chicas para evitar que se caliente el vino. Recuerden, por otra parte, que cuanto menos vino tengamos en la copa, menos se calentará.

 

La copa, en efecto, siempre se sirve hasta (o por debajo) de la denominada Línea del Ecuador, que es la parte más ancha. Es imperioso dejar espacio para airear el vino y que afloren los aromas. Ese espacio que queda entre el líquido y el borde de la copa se llama cámara aromática.

 

Por su parte, las copas de vino rosado atinadas deben tener un tamaño mediano a pequeño. Símil blancos, pues no tienen que “respirar” o airearse con antelación. Son copas más delgadas o finas que las del vino tinto, con una abertura que se estrecha hacia el borde de la copa para que la expresiva paleta de aromas frutados y florales desplieguen todo su potencial directamente en el paladar.

 

Si cataremos vinos tintos, aquí ya necesitaremos copas más anchas para que el líquido entre más en contacto con el aire, afín de expresar su infinita cantidad de aromas. Los tintos, en general, se suavizan cuando entran en contacto con el oxígeno. Un tinto elegante debe “respirar” y necesita, por ende, contacto con una buena cantidad de aire.

 

Los vinos añejos, por ejemplo, que ya tienen unos cuántos años encima, o vinos con mayor estructura, tienen que servirse en copas cónicas, cuya cámara aromática es grande con una boca pequeña. Una copa amplia permitirá apreciar de manera más sutil las características organolépticas del vino.

 

¿Cuáles son los principales tipos de copas?

 

Las más conocidas son Burdeos y Borgoña. Ambas son grandes, con base de cuerpo redondas, que favorecen que el vino gire con facilidad en su interior. Además, al ser amplias, favorecen la oxigenación.

 

¿Las diferencias? La base de la copa Borgoña es más abultada y el cuello, en cambio, más cerrado que el cáliz. Ello propicia la evolución y concentración de aromas. Al tener una abertura más estrecha, da una aireación ciertamente limitada. Aquí, se sirven los refinados Pinot Noir (tradición de Borgoña), variedad que no soporta mucho la oxidación.

 

Si hablamos de la copa Burdeos, es la más común. La que encontraremos en la mayoría de los hogares de los wine lovers. Es más estilizada y con una boca más ancha. Los vinos potentes con taninos firmes necesitan una mayor oxigenación y, en consecuencia, mayor apertura. Vinos bordeleses a base de Caberent Sauvignon, Cabernet Franc y Merlot se lucen en estas copas.

 

¿Qué pasa con los espumosos y vinos fortificados? Para los espumantes, lo clásico es servirlo en la conocida copa flauta, pues su forma espigada evita que pierda frio, pero de un tiempo a esta parte se han comenzado a utilizar también las copas tipo tulipas, que tienen algo de cámara aromática y permiten, por su forma redondeada, disfrutar de los complejos aromas del espumante.

 

Por último, los fortificados como el Porto, Jerez o Marsala, tienen que servirse en copas estandarizadas de 120 ml. Son vinos con mayor tenor alcohólicos y la copa pequeña es perfecta para estos vinos que suelen acompañar los postres.

 

¿Cristal o vidrio?

¡Qué tema! Hay un gran debate entre los paladares sibaritas en relación a la elección indicada. En primer término, el cristal utiliza sílice, que influye de manera directa en la sonoridad y el brillo de la copa. El vidrio, en cambio, no tiene ese compuesto ni otras materias primas que le otorguen brillo y sonoridad.

 

El vidrio, por su parte, se puede reutilizar y puede presentar algo de color. Ello incidirá en la cata, pues puede modificar las características visuales del líquido, produciendo una pequeña distorsión del color.

 

Punto importante a tener en cuenta es la boca de las copas. Lo mejor es que tengan corte en frío, es decir, sin borde. Ello es condición sine qua non para las copas de cristal, que, lógicamente, serán más caras que las de vidrio.

 

Un corte caliente, a la hora de la cata, provocará distorsiones indeseadas, puesto que el borde provoca un salto cuan el vino ingresa en la boca, pasando de manera directa de la mitad de la lengua hacia atrás. Así, se recibirán primero los sabores amargos, dejando atrás la parte dulce.

 

En síntesis, para que el vino se exprese en todo su esplendor, la copa tiene que ser (sí o sí) de cristal o vidrio fino. Recuerden evitar las de vidrio grueso y, menos que menos, copa de plástico o metal.

 

Asimismo, la copa debe ser incolora. Si son, en efecto, totalmente transparentes, podremos apreciar la limpidez, el color y las tonalidades del vino. Y, no viene mal hacer hincapié en que la copa tenga tallo para sujetarla como corresponde.

 

A cada vino, una copa

Sin repetir y sin soplar, recomendamos cuatro estilos de vino con personalidad y carácter, totalmente diferentes, a servirse en copas que potenciarán sus infinitas virtudes.

 

Bianchi IV Generación Malbec. Enjundioso, excelso. Un vino fuori serie que expresa a la perfección la identidad de la cuarta generación de la Familia Bianchi-Stradella, que apostaron un pleno a los viñedos de Los Chacayes, en Valle de Uco. Un exponente intenso, con profundas notas de frutos rojos frescos, con dejos florales y especiados, balanceados con suaves toques de vainilla y chocolate, producto de sus 12 meses de crianza en barricas. La copa indicada para disfrutar su centro de boca voluminoso y graso, con estructura y complejidad, es la Borgoña.  

 

Bianchi Organic Cabernet Sauvignon. Joven, de estilo moderno, lleno de aromas a frutas y flores, y sabores frescos y minerales, este exponente enaltece el tradicional terruño de San Rafael. De aromas frescos e intensos, en tándem con especias y frutas rojas, en boca es muy agradable con taninos redondos y una agradable untuosidad. La copa recomendada para disfrutarlo como corresponde es la clásica Burdeos.

 

 

Famiglia Bianchi Rosé Blend. Vivaz, atractivo y seductor, este vino con tonalidades salmón que nos recuerdan los rosados de la Provence francesa, se destaca en nariz por sus aromas a frutos rojos secos, acompañados por toques florales de violetas y frambuesas. Corte de Malbec y Pinot Noir, en boca nos da frescura, con una acidez refrescante y equilibrada. De final delicado y armónico, es muy versátil. Una copa fina, que bien podría ir para blancos jóvenes es la más atinada para servir este expresivo exponente.

 

Famiglia Bianchi Viognier. Blanco que expresa de maravillas el ensamble entre los terruños de San Rafael y Valle de Uco. De seductor color verdoso muy vivaz, en nariz sorprende por su frescura, con notas de flores blancas y frutos tropicales, muy bien amalgamadas con las notas de carácter mineral que le imprime cada terroir. En boca es ágil, dinámico, con una acidez natural muy refrescante y balanceada, en la que se perciben notas florales y frutales. ¿La copa ideal? La Sauternes que Riedel diseñó especialmente para vinos blancos, afín de detectar el equilibrio perfecto en acidez y dulzor.

 

 

Y para el final nos gustaría recordarles que, aunque la elección de la copa de vino adecuada es esencial para apreciar plenamente su sabor y aroma, no debemos olvidar que la verdadera magia del vino se despierta cuando compartimos estas experiencias con amigos y familia. En la conversación, las risas y los momentos compartidos, el vino se convierte en un nexo que nos une, en una excusa para crear recuerdos inolvidables. ¡Salud por eso!